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martes, 2 de noviembre de 2010

La Verdadera Riqueza.

La Verdadera Riqueza.
Por: jesus moises delcid



Hace muchos años un hombre de mediana edad y de noble porte llego a consultar a un viejo sabio. A llegar a su casa el noble hombre pudo observar el humilde estado del hogar del sabio, al entrar a la antesala dispuesto ya a presentarse observo los humildes y escasos muebles con que los contaba el viejo sabio. De pronto el anciano apareció, hombre aspecto simple y modales sencillos los cuales hacían dudar al noble hombre de su calidad de sabio. De no ser por la reputación que antecedía de lo verdadero y correcto de sus consejos el hombre se hubiera marchado de inmediato.



El hombre saludo en buena forma al viejo y se presento con gran postura y pomposidad ante el silente anciano que tan solo observaba la magnanimidad de su visitante. Mas para el viejo era alegre la visita ya que era alguien a quien podía servir con su consejo y así compartir en algo lo que había aprendido durante el transcurso de su vida. Así que le ofreció asiento al hombre noble además de un poco de té.



Ya acomodados y en confianza el hombre pregunto al sabio de que como podía resolver ciertos asuntos personales que lo agobiaban. El sabio atentamente lo escuchaba y en pocas pero honestas palabras aconsejaba y orientaba al visitante con atención y diligencia. Tanto convenía como también corregía a ciertas cuestiones que intentaba resolver el hombre noble.



Pasadas algunas horas de buena y fructífera conversación el rostro del hombre noble se fue relajando y su mirada delataba el asombro que producía las sugerencias opiniones y argumentos del viejo sabio. Mas siempre había algo que le incomodaba del viejo esa rusticidad con la que vivía, esa manera de vivir con tan pocas y añejas cosas ¿Por qué?. Si era tan sabio por que se conformaba con vivir con tan poco, era extraño al hombre noble le parecía por demás raro y contradictorio.



El hombre noble trataba de quitarse tal cuestión de la mente mientras el viejo sabio le aclaraba ciertas cuestiones a las cuales la claridad de sus palabras daban sentido del honesto y correcto modo de ser resueltas, es tal el oficio del sabio el servir a los demás con su compañía para dar con la luz de la verdad.



Al terminar con la consulta el hombre noble reconoció la sabiduría de su guía elogiándolo de gran manera y denotando un gran aprecio por el viejo, a lo que el sabio de incomodaba por las loas pero sentía alegría por haber podido servir a alguien con sus consejos. Acabando sus elogios el hombre noble pregunto la suma a pagar por la consulta, mas el viejo tan solo menciono el cobro de una pequeña suma. A lo que el noble contrariado por la tarifa no pudo contener más su incomodidad por la humildad en que vivía el viejo.



El hombre le hizo comento al sabio que le parecía por demás extraño y contradictorio de que un hombre tan inteligente no pudo amasar gran riqueza conociendo de tantas e interesantes cosas y por las cuales podría aprovechar para llenar sus bolsillos y sus propiedades. Quizás la teoría aprendida no congeniaba con la práctica. Quizás la sabiduría quedo a medias.



El viejo pacientemente escucho las quejas que incomodaban a su visitante, hasta que este rindió su palabrería esperando la aclaración de su consejero.



el anciano invito a caminar al hombre noble hacia un prado que había cerca de su hogar, mientras caminaban soltó una pregunta que desconcertó por su simpleza al hombre noble. ¿Qué es ser rico? A lo que el hombre de inmediato contesto es aquella persona acaudalada y que cuenta con abundancia de bienes y dinero de sobra. Y aun tiene la capacidad de incrementar sus posesiones.



A lo que el anciano en su ágil caminar lo vio a los ojos y afirmaba de cierta forma lo adecuado de las palabras del hombre noble. Mas también agrego que no hay que dejarse llevar a la ligera por el aspecto practico de aquella definición. Es de saber que en lo esencial la riqueza es contar con más de lo que se necesita para vivir. Ya con algo de sobra un hombre obtiene cierta riqueza, un don una habilidad alguna cualidad suman riqueza al hombre que la posea. No hay persona que no tenga algo de riqueza en su vida, por que cuenta con virtudes, cualidades y aspectos que le ayudan a sobrevivir de manera decorosa y honesta para vivir.



Sí es bueno el contar con bienes que sustenten la tranquilidad en el vivir de cada persona. Pero también hay que reconocer la cantidad con la que se debe contar con dichos bienes, para no desviar el camino de aquellas metas que aun son necesarias de guardar o alcanzar para una vida mas plena.



Pues lo que un poco contrariado el hombre noble le dijo al sabio. Que la riqueza es el mayor bien para todo hombre y si esta se puede acrecentar ya sea en dinero ya sea en propiedad esta termina en una mayor capacidad de influencia, poder y reconocimiento. Que nunca esta de sobra el enriquecerse cada vez más.



El sabio con serena sonrisa y una paz interior que resaltaba en su mirada contesto al hombre noble, que la riqueza era como aquel vino maldito el cual entre mas se bebe mayor es la sed que provoca, y que la ebriedad en dicho vino vuelve marchito en medio de la abundancia a aquel que lo bebe. La riqueza no es cuestión de acrecentar cada vez más y más lo que se tiene si no que es un medio para alcanzar otros bienes que plenifica la vida de todo hombre y en el servicio a los demás de manera honesta humana y prudente. Esta amalgama convertirá en una mayor y reconocida influencia de quien sabiamente es rico.



Aquel que carga con el pesado bulto de las cosas que posee en el momento mas peligroso de su vida las arrojara para salvar su vida, ya que la vida es lo mas preciado de todo hombre. Y no todo hombre que posea gran riqueza es verdaderamente feliz, es como el perro guardián el cual esta atado a su riqueza para no descuidarse en perderla y al no poder libremente caminar hacia nuevos rumbos vive esclavizado a sus posesiones.



El hombre verdaderamente rico es aquel que cuenta con abundancia de medios para vivir mas no pierde el rumbo de que hay otras cosas las cuales le ayudaran a vivir de manera digna y plena en el transcurso de su vida. Ya sea una buena familia, el amor de su pareja, salud, fe, amistades honestas, educación, sabiduría,…etc. Muchas de las cuales no pueden cultivar quienes viven afanándose en acumular al por mayor la fortuna personal.



Es evidente el precio que provoca el triunfo y el éxito financiero en una sociedad, por cada acaudalado que existe hay cientos o miles de personas que viven carentes y mal pagadas por su trabajo o servicio. Es pues que la verdadera riqueza es la abundancia compartida, claro esta debe haber hombres ricos pero también debe haber pueblos sin carencias esenciales.



A lo que el hombre noble de inmediato contradijo lo que pasa que la pobreza es de hombres ya sean torpes o perezosos que no tienen la habilidad de acumular dinero.



Ciertamente los hay le contesto el anciano pero en su mayoría los hombres no acaudalados tienen diferente vocación es decir el exceso de dinero no es esencial para su vida. Y ciertamente lo es así.



El hombre noble tuvo que reconocer que el sabio tenia ciertamente razón en lo que dijo pero en su interior estaba en desacuerdo, y por no querer enemistarse con aquel anciano le dio la mano en afectuoso y cordial saludo y despidiose cortésmente de su asesor encaminándose a su carruaje.



El anciano contemplo como se alejaba aquel hombre por el camino y en su reflexión comento al aire estas palabras: el hombre verdaderamente rico no es aquel que tiene en exceso bienes y dinero, si no aquel que lo que tiene, le sobra para y le basta para vivir y compartir con los demás.

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