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lunes, 21 de mayo de 2012

Tomás y el buey que vuela.



A Tomás le habían puesto el mote de Buey mudo por su imperturbable calma y su ingenua credulidad. 

Sólo una vez había reaccionado con prontitud. Le habían gritado desde el claustro, al pie de su ventana: “¡Hermano Tomas! ¡Hermano Tomás!… ¡Corre mira! ¡Un buey que vuela!”. 

Mansamente, se acerco a la ventana, siendo recibido con sonoras carcajadas. 
“¡Se lo ha creído! ¡Se lo ha creído!” Gritaban todos. “¡Es bobo!” 

Tomás, imperturbable, respondió:

“prefiero creer que un buey puede volar a pensar que un hermano mío me este mintiendo…”.

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