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martes, 1 de mayo de 2012

30 de Abril.



Por Moises del Cid.

Como todos los años hoy 30 de abril celebramos con gran estruendo mercadotécnico el día del niño.


Este festejo al que proclamamos como la celebración del sector mas inocente y prometedor de nuestra sociedad el infantil realmente le  hemos dejado poco espacio para que ejercite las cualidades  mas representativas dela niñez que son es la inocencia y  la alegría.


La sociedad moderna, con su celeridad,  esta absorbiendo todos los espacio en que los pequeños pueden utilizar  su cualidad mas efectiva, que es la imaginación. El espacio para jugar a sus anchas, el tiempo de ocio en el cual el niño puede realizar las mas emocionantes aventuras, que marcaran su paso y desarrollará su creatividad verdaderamente con alegría de poder estar haciendo lo que mas le gusta: jugar.  


Los tiempos actuales representan un agobio, si no se tiene en cuenta que la niñez debe ser una etapa de inocencia y alegría por medio de la cual todo ser humano se debe conectar y conocer el mundo en que vive mediante la curiosidad y el asombro. Desgraciadamente los roles urbanos han coartado esta vinculación proporcionando y exigiendo nuevas formas o niveles de desarrollo humano, con los cuales los demás objetivos, que como adultos  sobrevaloramos de manera presuntuosa,  los vuelven seres huraños, indiferentes, agresivos y solitarios.


“Mi gran pesar en la vida es que mi infancia fue innecesariamente solitaria”.
Truman Capote


Un ser humano desde la infancia debe aprender sobre la vinculación y la convivencia con sus semejantes mediante el juego y experiencias infantiles propias de la edad. Claro siempre se debe  cuidar el respeto hacia los demás. Hasta los mas celebres intelectuales sienten algún pesar que sobrellevan de una infancia truncada de juegos y libertad en divertirse a sus anchas corriendo, bromeando haciendo travesuras, teniendo esos insuperables amigos de la niñez.


“No hay alivio más grande que comenzar a ser lo que se es. Desde la infancia nos endilgan destinos ajenos. No estamos en el mundo para realizar los sueños de nuestros padres, sino los propios”.
Alejandro Jodorowsky.



La presión que ejercen algunos padres sobre sus hijos de manera imprudente puede desencadenar en graves consecuencias de personalidad incluso de resentimiento familiar, aversión a la sociedad, drogadicción, suicidio. Las metas personales pertenecen a cada individuo y no es benéfico el traspasarlas opresivamente a las siguientes generaciones si en los hijos no existe la vocación de realizarlas.


Así que cada individuo debe seguir su propia existencia y no llevar un fardo de frustraciones de sus predecesores que deseando lo mejor para él no reparan que estas sean su inclinación voluntaria  para realizarse personal y socialmente como ser humano.



Los días de mi infancia transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en revelación”.
Atahualpa Yupanqui


El elemento propio de la naturaleza infantil es el asombro, ese aspecto que vamos perdiendo a través de los años sea por decepciones personales y agobio de compromisos que vamos adquiriendo a nuestro paso. Pero que en lo niños es el gran motivo para descubrirse así mismos y al mundo que les rodea. Un niño no tiene miedo de demostrar y expresar su asombro. Es naturalmente aficionado a maravillarse.


“Mi infancia no ha perdido nunca su magia, ni su misterio, ni su dimensión dramática”.
Louise Bourgeois


Siempre debemos guardar esa magia, esa fascinación por descubrir nuevas maneras de conocer el mundo, de divertirnos en nuestra vida, de buscar nuevas facetas en nosotros mismos. Como adultos hacemos las cosas con un fastidioso compromiso de ser aceptados por rigurosos esquemas sociales, económicos, productivos, pseudoartísticos. Que en nada ayudan a la expresión y realización humana.


Poco a poco que vamos envejeciendo efectuamos una especie de aborto en nuestra personalidad. Vamos extirpando esas cualidades infantiles que representan la alegría, la curiosidad, la innovación, la diversión de hacer las cosas y de convivir a los demás. Incluso perdemos la franqueza y sobre todo ese matiz mágico de encontrar nuevas facetas de ver y vivir en el mundo.

Alguien comento alguna vez:

Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea…a lo que alguien mas agregó: hay también tres cosas que un adulto puede aportar a un niño: amor, protección y ejemplo.

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