Por Moises Delcid.
Es común que en nuestras amistades se nos solicite para platicar de ciertos problemas personales. Asuntos que atañen a dudas y malestares de aquel que nos lo comenta.
Pero ¿Hasta que punto es necesario nuestra replica? Si tan solo es permanecer expectantes ante las divagaciones de nuestro interlocutor, quien se deshace en palabras poses y gesticulaciones, acerca de lo que le perturba en ese momento de su existencia.
Quizás muchos están tentados a comentar o dar la versión de su experiencia de vida respecto de las confesiones que realiza el doliente, pero comúnmente la mejor actitud es permanecer atentos y receptivos de lo que se nos dice. Un apoyo moral es que generalmente se busca en tales momentos de emotividad entre los amigos. Siempre los consejos están demás cuando los sentimientos están a flor de piel. La razón no tiene entrada cuando la mente esta agobiada por el exceso de la pasión.
Así que ordinariamente la charla se transforma en algo semejante a un monologo donde el oyente tan solo se remite a afirmar lo que se escucha, y asentir cada confesión dolorosa de quien esta desahogando. Unas veces con una teatralidad digna de la mas sublime opera escénica.
A esta divagación se tiene por seguro que no llegara a más de lo que se platica ya que las dudas no se quieren resolver, la plática redunda una y otra vez en el mismo punto por parte del afectado. Una y otra vez, ya sea con diferentes palabras pero en esencia viene a ser lo mismo. En un efecto oscilatorio sobre el mismo tema, a este suceso se le llama “vueltas de tuerca”.
Esta charla insoluble viene más a refrendar lazos amistosos por el aspecto sentimental, lo cual es valido cuando existe gran afecto hacia nuestros amigos, eso si tratando de no caer en el exceso de solo hablar de dolencias existenciales y sentimentales. No yendo mas allá del único hecho de estar siempre dolido. Por que más que una sólida amistad esta se transmutara en un simple apoyo “moralino” convirtiendo al amigo escucha en un paño de lágrimas.
Las vueltas de tuerca son los giros que únicamente se dan entorno a la persona conflictiva pero que esta misma en nada desea resolver sus problemas. Por que al sentirse desvalida es como mantiene la atención hacia a su ser. Y que valora a un amigo como quien esta pendiente y disponible a su llamado de auxilio.
Es un viaje dialógico sin salir del mismo punto temático: el yo doliente, el yo sufrible. Tergiversando la frase cartesiana en “sufro luego existo”. Es ir a ningún sitio con el penar acuestas. Un círculo vicioso de quien es dependiente de atención y de quien es dependiente de querer ser solicitado, pero a la larga ninguna de los dos se desarrolla en dicha relación. Simplemente se transforma en un punto estancado en los diversos conflictos insolubles de un sujeto en crisis. Que es centro y causa de dicha relación.
Giros y giros sin llegar afirmar nada, ni atar, ni sujetar aquello que concrete cada una de las penas o dudas para desarrollarse personal e intelectualmente sino tan solo permanecer cómodamente en el mismo sitio, con las mismas dudas y con la misma frustración. Hay quienes confunden la felicidad con la comodidad de estar sufriendo las mismas penas por no querer comprometerse a crecer, ni madurar como personas.
1 comentario:
Exacto vivimos de la otredad.
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