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miércoles, 25 de agosto de 2010

De iconos e ídolos

De iconos e ídolos.
Bien lo menciona el Doctor Mauricio Beuchot en su: Antropología Filosófica que “El hombre es un animal hermenéutico, el hombre trata de comprender su entorno, su propio ser, comprenderse dentro del ser”.

Todo hombre por su carácter intelectivo busca el sentido de las cosas incluso de sí mismo mediante procesos reflexivos. Buscando un estado de adecuación de lo intramental junto con lo extramental, tanto en su pensar como en su proceder. Es por ello que todo hombre tiende a la verdad directa o indirectamente.
Es así que al estar inserto en este mundo y no ser causa de sí mismo todo hombre se da cuenta de su contingencia y finitud, lo cual a veces le parece incomodo por que debe comprender que es un ser limitado e imperfecto. Pero debe entender que guarda grados de bondad por las cualidades ontológicas de su esencia y existencia, que posee.
Además nuevamente recurro al Doctor Beuchot para hacer mención de que “El hombre es un centro de intencionalidades. Y cuya intencionalidad principal es la de comprender, la de interpretar”. Es por ello que todo hombre recurre a la consulta de objetos y de sujetos para buscar una interpretación de su mundo y del medio ambiente en que vive. Lo cual es evidente, ya desde su estado primigenio, el hombre ha legado innumerables objetos, los cuales no son herramientas ni representan alguna utilidad material sino por el contrario los valora como conexión eidética o representación de cualidades inmateriales, las cuales, se hacen aprehensivas mediante el aspecto racional e inmaterial de su intelecto. Es prueba irrefutable de que en el hombre existe una vocación espiritual ya que es su complemento espiritual es donde encuentra su subsistencia y trascendencia humana.
Ejemplos evidentes del aspecto simbólico en los seres humanos han sido: libros, esculturas, signos, magnas construcciones, templos, joyas. Etc.
Incluso el hombre cuando explora terrenos conocidos y desconocidos actúa en su caminar mediante signos que lo orientan en su transcurrir para poder llegar a su fin o meta. Por eso vemos semáforos, señales, letreros, luces, migajas de pan, pinturas, señas, etc. Todas representadas con caracteres que tienen universalidad en el contexto humano y los cuales son fácilmente comprensivos para ser interpretados por los demás.
Es así que todo ser humano realiza diversas interpretaciones en el transcurso de su vida orientándose, ya sea para fines próximos como para fines remotos, y es en esta “interpretación” como el hombre trata de comprender un sentido en su ser y en su existencia.
También hago mención con Cassirer en que “El aspecto de simbolicidad que impera en el hombre es la necesidad de símbolos para vivir. Desde que nace hasta que muere, el hombre está rodeado de símbolos”. Pero de un carácter universal y a la trascendencia, es decir signos-símbolos.
Pero también se advierte de que en el símbolo se encuentra un lado erróneo, el cual nos da una mala interpretación debido a lo falible en el hombre. Por cual se debe tener cautela en la interpretación.
Por ello es interesante en el trabajo elaborado por el Doctor Beuchot en la división que se hace en la hermenéutica analógica la cual especifica en la interpretación de símbolos como una división importante entre iconos e ídolos.
“Pueden verse los dos aspectos, bueno y malo, como habitando en el interior del mismo símbolo. Es decir, el símbolo tiene dos posibilidades: ser vistos como icono o como ídolo”.

“Y el símbolo se transforma en diábolo cuando este se pervierte en ídolo. Es así que el diábolo es el mismo signo que se ha desviado de la verdad y de la realidad (icono) y el cual se pervierte en ídolo”.

“el símbolo, que significa unión, puede transformarse en diábolo, que es desunión, rechazo, violencia”(*).
Es así que el carácter de ícono es aquel símbolo que representa modelo de perfección, belleza, bondad, unión, armonía y verdad. Puede ser un contexto especial de lo apolíneo
El ídolo es el símbolo desviado de su carácter representativo y edificante, se busca con el ídolo enmascarar la realidad para remover los elementos esenciales propios de la adecuada y verdadera interpretación. Como medios para sostener y dirigir a ciertos fines (comúnmente personales o lucrativos) atentando contra la verdad y la edificación personal.
Y el diábolo es aquel ídolo que representa o mejor dicho confunde en lo indefinido, en lo caótico, en lo inmoderado, disgrega, desvincula, arremete, busca destruir. Es decir aquello dionisiaco que encontramos en Nietzsche.
Es imperante que hay que analizar en algún momento la simbología a la que echamos mano para que dichos símbolos verdaderamente oriente y no desvíe en la comprensión de lo que hace alusión y significado. Y más aun en la difusión de códigos que mas responden aun carácter fatuo y morboso de las cuestiones científicas y religiosas los cuales son meras estrategias de mercadotecnia pero dañinas para quienes no ejercen un madurado desarrollo profesional e intelectual.

(*) Mauricio Beuchot. Antropología filosófica hacia un personalismo analógico-icónico.

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