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viernes, 27 de septiembre de 2013

Una tenue sombra existencial.



Moises cid

Jugamos a ser libres, en un mundo de apariencias. Con la habitación  llena de fantasmas, tomamos roles sociales sin pizca de humanidad. Maniquíes de sentimientos acartonados.


No me daba cuenta que debía  estar despierto, hasta que me lo advirtieron.  La vida pasaba como una novela de la tarde, rutinaria ficción de una pasión ajena que disfrutaba no siendo mía. Mientras los sucesos transcurrían,  bebía café tranquilamente.  El mundo giraba y yo dentro de mi caparazón no percibía los cambios. Un día salí y ví que todo había pasado.


Fingiendo ser feliz en una sociedad de doble discurso al final de cuentas no ganas nada. La gran farsa.


Son mas felices quienes menos se esfuerzan en serlo, simplemente fluyen.


Debes jugar con las cartas que tienes, mientras que llegan mejores alternativas.  La gente deambula juzgando lo ajeno y evadiendo lo propio, es lo mas fácil y lo mas  ocioso. Trabajar en uno mismo es lo que trasciende. Dejando atrás las sombras en la vieja caverna platónica.


La mayoría baila al mismo ritmo y unos cuantos contemplan la fiesta bebiendo de su tarro personal. Los niños juegan mientras pueden serlo, para después acatar un papel que no les corresponde. Se alimentan y se educan en alguien que realmente no quieren ser.


Con algarabía lanzamos birretes al aire en ceremonia de graduación. Pero tan solo es el primer paso en el mundo, no hemos logrado nada. La burbuja académica estalla tras el día siguiente en la búsqueda de un empleo y de saturarse de deudas y responsabilidades. Eres alguien mientras el crédito no se detenga, sigues jugando mientras tengas fichas.


Cuando la verdad es evidente no es necesario saturarse de razones. Quien busca demasiadas explicaciones termina abrumado. Con el seso congestionado y las manos temblorosas.


El brillo de la juventud termina en una tenue sombra en los ojos. Mirando al mundo como un pequeño extraviado, retornando a la vulnerabilidad y la dependencia con pueriles tropiezos.




viernes, 20 de septiembre de 2013

La aventura filosófica.




Moises del cid.


Muchos preguntan sobre la verdad de las cosas, pero a la mayoría se les pasa la curiosidad y vuelven a sus juegos.  Viajeros de ocasión que abandonan la aventura  antes de salir del pueblo,  el saber implica convicción.


La carga puede ser pesada o puede ser ligera según la resolución de tus pensamientos.  Pero al final la recompensa vale la pena, la congruencia y la claridad son las joyas que avalúan tus progresos.


 El salir de la caverna deslumbra con la luz del día. Nuestros ojos tardan en adaptarse, pero cuando ello ocurre, se admira el paisaje universal. Por la noche hay estrellas, por el día los caminos y el sol. Y  no faltan temporales que atasquen nuestros pasos y nos mantengan esperando el momento oportuno para salir de allí. Sí el saber fuera fácil cualquiera pensaría.


Los títulos y reconocimientos son reflejos sociales que poco definen quien eres. La esencia de ti mismo se devela en la ultima exhalación vital. Ya de viejo te das cuenta de que no eres ni tu nombre. El sabio se percata  que la mayoría de los hombres no saben,  solo creen saber.


Hay quienes hacen ciencia de lo accesorio, especulan solo del artificio ornamental,  lo externo. Pero  cuando el agua les llega a las rodillas corren a la orilla por no saber nadar. Y  lo peor es que no desean  aprender ni a zambullirse. Así  ¿como pretenden refrescar ideas y encontrar nuevos parajes intelectuales?  cuando no dan oportunidad para salir del confort de lo conocido. Puro ruido y pocas nueces, se quedan con las cascarás por no buscar frutos nuevos.


La vida es de los intrépidos, recitan los poetas.  El saber es de quien lo busca, olfateando paginas como ratón de biblioteca, andando caminos y remendando zapatos viejos con nuevas ideas.  Tus pasos te llevan al saber que te corresponde. Desechas el lastre, tan solo vagas con una bolsa como equipaje por que lo voluminoso entorpece la marcha.


  Para mirar las estrellas se debe conocer el suelo que se pisa, para no tropezar como el de Mileto.  La verdad en ocasiones sabe a cicuta y soledad.  El destierro de los justo por amor a la sabiduría y su vuelta triunfante en el  regreso a la vieja atenas. El saber como un fenix que perece y renace de sus cenizas a traves de los ciclos humanos. Hombres que su saber los convirtió en inmortales.


“Vuelve sobre tus pasos cuando te des cuenta que has errado en el camino”.  Es de fuertes reconocer el error y remediar lo dañado. No hay ser humano infalible, quien no haya metido la pata que lance el primer zapato. Por que duele reconocer la falta y se requiere vencerse a sí mismo para restaurar lo equivocado.


“Si no tienes verdad que te alumbre siempre andarás entre sombras”. Cualquier banquete te sabra desabrido y el vino te será amargo. Si no ejercitas quien eres  ¿como te reconocerás a ti mismo?


La información es como una madeja que al deserredarlas se vuelve conocimiento. El  fin del conocimiento es conocer sin perderse en explicaciones. El mejor aliado del saber es la sencillez.


Aunque no se alcance el saber total siempre lo que se recauda nos deja beneficiados. Por que la apatía es como quedarse dentro del cascarón por miedo o pereza de eclosionar. Con la ignorancia se vuelve  como las aves enjauladas, presas y viviendo de migajas, sin conocer el esplendor de sus alas.




Trastorno.
Moises cid

Seguir el conteo de los segundos
En un reloj que marcha hacia atrás
La secuencia reversible
De una vida que se atrasa.

Liquidas mañanas se escurren entre momentos
En este lugar se vive un tiempo indefinible
Un trastorno espacio temporal
Resquicio anárquico del universo.

La comida sabe a hambre y el agua sabe a sed
Vivimos como anoréxicos existenciales
Somos chispas de una vela que se apaga
La ciencia del caos, sin sentido ni causa.

Lo que parece bien esta mal
lo justo resulta injusto
de poco nos sirve la luz
cuando no se busca la claridad, somos ajenos al día.

El universo como campo de juegos
Manipulando juguetes espaciales
Con la habitación desordenada
Y la tarea inconclusa.


jueves, 5 de septiembre de 2013

Quemar libros sin cerillas ni fuego.




Fragmento del prefacio de Ray Bradbury, Febrero de 1993
novela Farenheit 451.



"Sólo resta mencionar una predicción que mi Bombero jefe, Beatty, hizo en 1953, en medio de mi libro. Se refería a la posibilidad de quemar libros sin cerillas ni fuego. Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Si el baloncesto y el fútbol inundan el mundo a través de la MTV, no se necesitan Beattys que prendan fuego al kerosén o persigan al lector.






Si la enseñanza primaria se disuelve y desaparece a través de las 
grietas y de la ventilación de la clase, ¿quién, después de un tiempo, lo sabrá, o a quién le importará?



No todo está perdido, por supuesto. Todavía estamos a tiempo si evaluamos adecuadamente y por igual a profesores, alumnos y padres, si hacemos de la calidad una responsabilidad compartida, si nos aseguramos de que al cumplir los seis años cualquier niño en cualquier país puede disponer de una biblioteca y aprender casi por osmosis; entonces las cifras de drogados, bandas callejeras, violaciones y asesinatos se reducirán casi a cero. 



Pero el Bombero jefe en la mitad de la novela lo explica todo, y predice los anuncios televisivos de un minuto, con tres imágenes por segundo, un bombardeo sin tregua.

 Escúchenlo, comprendan lo que quiere decir, y entonces vayan a sentarse con su hijo, abran un libro y vuelvan la página".