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domingo, 22 de marzo de 2015

Crítica sobre el arzobispo de Canterbury por Pedro Abelardo.







Pedro Abelardo presenta la siguiente crítica sobre el  arzobispo de Canterbury. Cabe entender que hay diferencias en sus posturas de pensamiento.

Me acerque pues a ese anciano que debía su reputación más a sus muchos años que a su talento o su cultura. Todos los que le abordaban en busca de su opinión sobre un asunto en que se sentían inseguros se marchaban más inseguros aún. Si uno se limitaba a escucharlo parecía admirable, pero si se lo interrogaba era una nulidad. En cuanto a las palabras era admirable, en cuanto a la inteligencia digna de desprecio y en cuanto a la razón fatuo. Su llama llenaba de humo toda la casa en lugar de iluminarla.

 Desde lejos su árbol de copioso follaje atraía las miradas pero cuando se veía de cerca y con más cuidado, advertía uno que ese árbol no tenía frutos. Cuando me acerqué para recoger su fruto comprobé que el árbol parecía a la higuera maldita por el señor o a un viejo roble con el que lucano compara a Pompeyo:

“se mantiene cubierto a la sombra de un gran nombre. Cual un soberbio roble en medio de los campos”.



Sabiendo a qué atenerme, no perdí más tiempo en su escuela.

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