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sábado, 23 de octubre de 2010

La disposición a escuchar.

La Disposición A Escuchar
Por: Jesus Moises Delcid R

Cierto día observe un letrero en una pared que decía: “que tu lengua no te vuelva sordo”. ¡Curiosa frase! me pareció en ese momento. Mas al transcurrir el tiempo y mis experiencias personales, me dí cuenta lo cierto y poderosa que era la lección que contenía el sustento de dicha oración. Es evidente, que cuando las sociedades humanas se desarrollan sus relaciones interpersonales se vuelven más dinámicas y complejas. Quizás se pueda pensar que se produce un desempeño impulsivo de formas y modales externos. Los cuales en el interior de cada persona comúnmente se toman como meras formalidades superfluas para una “civilizada” convivencia entre conciudadanos.
Además, nos hemos visto rodeados de tanta innovación en todas las facetas y el gran despliegue que la tecnología nos ha proporcionado una enorme cantidad de juguetes y adminículos que facilitan nuestras vidas y la oportunidad de generar nuevas maneras de contacto interpersonal. Pero hay algo que no ha cambiado en lo esencial en la comunicación humana que es: “una relación de transmisión y de recepción y sobretodo de retroalimentación de ideas y sentimientos encapsulados en el mensaje”. “Una comunicación: es la relación entre dos o más personas participantes y activas en dicho proceso”.
El diálogo como bien lo expresaron los griegos: “es la claridad del pensamiento, la claridad del mensaje, la claridad de la idea”. Proveniente de sus términos Día (a traves) logos (expresión). Si no se toma en cuenta este sentido la comunicación perderá fuerza y la humanización que su importancia requiere convirtiéndola en un recurso pobremente retórico, polémico y ridículo.
El ejercicio de la comunicación requiere tener conciencia en la manifestación de lo que queremos decir, y de la importancia de lo que se pueda transmitir a la vida de con quienes convivimos. Quizás las ventajas que nos ha dado el alcance en el desarrollo social y tecnológico en nuestra actualidad ha desviado la idea de trascendencia personal en la mayoría de los hombres. Pero dicha relevancia aún pervive en el aspecto intelectual de cada y hombre y cada mujer por ser un aspecto de la naturaleza humana. Y teniendo en cuenta esto nos percatamos de lo valioso en lo que hablamos y sobretodo, en lo que escuchamos de otras personas.

La importancia de la comunicación y el ingrediente especial en cada charla, es una buena disposición a escuchar a los demás. Pero no como un escuchar en formalidad, sino en un escuchar para comprender a la otra persona, para aprender de ella para compartir de sus ideas y sentimientos. Ello con la finalidad de enriquecer nuestra experiencia humana y para tener una mayor propensión a la verdad, a la claridad de lo que decimos escuchando a los demás.
Para poder comprender a otra persona es preciso reconocer que aprendemos de ella.
Jaime Nubiola.

¿Cuantas personas que están a tu alrededor no sienten la necesidad de poder expresar algo importante a los demás? pero la inseguridad de “quedar mal” o “quedar en ridículo” impide ese paso de transmitir algo que puede ser muy importante para el otro y que queda truncado por esa falta disposición a escuchar al prójimo. Como ya he expresado en otras ocasiones, nuestra sociedad se distingue en hablar mucho y decir poco, expresamos palabras en demasía pero empobrecidas a falta del sentido de trascendencia que tenemos como personas. Y que una frase con apego a la verdad que pudiésemos decir hoy, puede resonar a través de los siglos. Como expreso Alberto Magno ante la burla que hacían los condiscípulos hacia el mutismo de su alumno Tomas de Aquino.
Es así que en cualquier parte en cualquier café, salón, oficina o auto podemos ver a parejas o grupos de personas todas hablando, unas sobre otras, en una ensalada anárquica de expresiones. Unas apagadas, otras exageradas sobre diversos asuntos al mismo tiempo, pero cuyo mensaje ulterior en nada afectará ni mejorará a los demás por que nadie esta escuchando realmente dentro esa especie de caos lingüístico. Donde el desenfreno verbal estalla en diversas manifestaciones orales y gesticulares, más que al final como todo fuego, se apagara y no quedara más que cenizas y ninguna luz, ni claridad acerca de lo que se hablo.
Es así que como vemos y nos desenvolvemos en una manera descuidada en lo que hablamos y en lo que manifestamos, por que no hemos desarrollado en gran medida esa capacidad de escuchar realmente a los demás. Ya que si bien atendemos a lo que el otro expresa, por dentro vamos realizando prejuicios en forma despegada de la otra persona, porque comúnmente no estamos dispuestos a comprender al otro, sino que vamos formando de manera personal acerca de lo que pensamos de ella sin tener en cuenta aquello que nos esta comunicando y que al final terminará siendo una “etiqueta” de lo que pensamos de ella y no a alguien que comprendemos realmente.

Así que para una buena comunicación y diálogo se requiere la verdadera disposición de escuchar a los demás. Ya que si no se tiene en cuenta esto, se vuelve una formalidad estéril e intrascendente y en un conjunto de monólogos en forma caótica.
Los celulares, las computadoras, y tantos utensilios electronicos son solo medios que ayudan a facilitar la relaciones interpersonales pero que al final dependen del adecuado ejercicio de los usuarios. Quienes deben tener en claro que el ejercicio de comunicación estan en función a la relación y la comprensión de y hacia otras personas.
En pocas palabras la comunicación es darles cabida a los demás en nuestra vida, es estar en disposición de admitir a los demás. Es un ejercicio que une las voces al entendimiento y a la inclusión de las personas.

Aprendí poco a poco a comprender, a no aplicar una idea preconcebida, a acoger a la persona partiendo de ella misma.
Romano Guardini.


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