Diógenes y el conquistador.
Estaba sentado Diógenes,
En la boca de su tonel.
Buscando del sol cobijo,
Pensando en cuestiones del ser.
De pronto llego un emisario,
Anunciando con formalidad:
“¡Aquí esta el rey Alejandro, el magno!
Que os ha querido saludar”.
Se posa el rey ante el viejo,
Y lo saluda con admiración:
“¡En grande estima te tengo,
Por tu virtuosa condición!”.
“¡Venturoso te será este día!,
En que te vengo a saludar.
Pide tu lo que quieras, Diógenes.
A lo cual nada te voy negar”.
Asombrado quedo todo el sequito,
Y mudo por la real concesión.
De que a un hombre tan humilde,
Un rey le preste admiración.
Más Diógenes a todo esto.
Le respondió al conquistador:
“Sí deseas concederme algo, que sea esto:
¡Apártate excelencia, que me estas tapando el sol!”.
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