Por Jesus Moises Delcid Robles
Era por la mañana cuando el discípulo se presento ante el maestro. El muchacho llevaba consigo una pequeña bolsa donde contenía sus únicas posesiones, se sentía consternado y con paso inseguro se acerco y reclamo al sabio.
-Maestro aquí me tienes, obediente aunque confundido.
El sabio tan solo miro en silencio al joven que en su mirada se proyectaba un dejo de tristeza pero de resignación. Tan solo esperaba que el muchacho hiciera evidente la interrogación que pretendía esconder.
Por fin el joven con lágrimas en los ojos pregunto
-¿Maestro por que me hace esto? ¿Por que me despide de su hogar? ¿Acaso lo ofendí o fui imprudente?
El maestro tan solo respondió
-Para nada mi querido Kenshin eres joven de virtud y diligencia.
Entonces aun más desconcertado el mozo refirió
-Es que maestro, no comprendo por que quiere que me aparte de su lado.
Usted ha sido un gran preceptor de quien he bebido la sabiduría ¿por que siendo de su agrado me pide que me vaya?
El maestro, que bebía de una pequeña taza un dulce té, dejando escapar un breve suspiro declaro al joven:
-Kenshin como he dicho eres joven de virtud y entrega, de entre todos mis discípulos solo en ti he encontrado la vocación de maestro pero si sigues a mi lado seguirás siendo discípulo cuando tu persona esta llamada a realizar magnas proezas. Así como el árbol se desprende de sus piñas para que estas fecunden y formen un gran roble, así ocurre contigo.
Para que el saber adquiera maestría se requiere que el iniciado enfrente al mundo y a las personas.
Pero aun el alumno resistiéndose a la orden contrariaba:
-Pero maestro si la sabiduría que usted profesa no esta en cuestión de duda. Sus enseñanzas son avaladas por la autoridad que usted tiene. No tengo duda de lo que he aprendido.
A lo que el sabio repuso:
-Pues deberías mi querido Kenshin, tan solo la fe es la única que debe aceptarse sin duda, mas la sabiduría debe estar ejercitada en el vivir. Lo que has aprendido debes encarnarlo en tu vida. Por que quien es verdaderamente sabio es aquel que busca ser congruente en sus pensamientos con sus actos. Y esto tan solo se logra cuando enfrentas tu conocimiento con la experiencia de la vida.
Una sabiduría sin examen no es fecunda.
El joven empuñando fuertemente su pequeña bolsa, abatido por el cambio, no deseaba abandonar el cálido hogar al lado de su maestro. En su garganta un gran nudo impedía articular palabra y la tensión en su cara evidenciaba la desesperación de afrontar lo desconocido.
-Maestro no puedo marcharme no me siento preparado aun.
Prudentemente el viejo respondió
-Kenshin sabes que lo estas.
Esta es mi última lección y es la que todos debemos enfrentar alguna vez en la vida, salir al mundo y adquirir experiencia. Que tu saber y tu fuerzas estén en sentido de la verdad y el bien, con tus palabras aportaras enseñanza con tu fortaleza ayudaras el prójimo.
Ten en cuenta que una vida sin ideales es por demás desabrida y un saber sin sentido no es verdaderamente saber.
Los grandes hombres están llamados a grandes proezas pero estas también conllevan grandes dificultades, mas con virtud y disciplina se sobre pone a ellas. Obtendrás éxitos y fracasos, pero es en ese deambular por el mundo donde el saber adquiere maestría. Más aun de lo que se puede adquirir dentro de cuatro paredes.
-Pero maestro me resisto al cambio, es tan repentino todo esto. Mas siendo tan feliz como he sido bajo su tutela por todos estos años.
-Hijo mío es parte de la enseñanza transitar el camino. Tu saber y desarrollo quedara a medias si no lo realizas, todo tu existencia esta en el sentido de conocerte a ti mismo ¿De que sirve una vida cómoda si no sabes quien eres?
Ya por mis años tal vez sea la última vez que nos veamos, pero tengo fe en que lograras aun ser mejor que yo. Y es por esa misma fe que te mando al mundo para que lo enfrentes y te conozcas.
El joven resignado y haciendo costumbre de su obediencia abrazo al maestro y se despidió con la dolorosa convicción de realizarse como hombre sabio. Confiando en las palabras de su tutor, marcho al camino aun con temor pero con decisión de dar lo mejor de sí.
A lo lejos viendo como la sobra del joven se disolvía en la distancia el viejo exclamo:
-¡La semilla esta echada ahora es cuestión de que brote y florezca!
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