Por moises del cid.
“En el manto oscuro de la noche siempre se busca una luz hacia donde orientarnos y cuando la divisamos nos encaminamos a ella, para llegar siempre a puerto seguro”.
En la oscuridad espiritual e inteligible de la actualidad, todos directa e indirectamente nos preocupa encontrar algo hacia donde enfilar nuestros inciertos pasos, donde saciar la sed de dudas en nuestro árido conocimiento, donde asegurar nuestro desorientado modo de vida, ¿Qué es aquello que buscamos?
Sea por ignorancia, desidia o por falta de contemplación, pero aquella luz que buscamos ansiosamente es la sabiduría.
Es muy distinto aquel experimentado o personaje muy informado de esa persona que humanamente busca la sabiduría. Por que los primeros se debaten y se sumergen en la complejidad de datos y porcentajes, es realmente diferente el que busca el saber por que mas que etiquetarse como culto lleva una forma de vida en su camino por la búsqueda de la verdad.
Ya que la sabiduría a veces se topa con algunos aspectos de la realidad que rebasan la capacidad humana de razonamiento, siempre se vive con un hilo de incertidumbre pero a pesar de ello siempre se tiene o se descubre el sentido de las cosas y de los seres. Es decir la finalidad de los agentes.
Por ello aquel que busca el camino a la sabiduría debe hacer suyo el lema socrático de: “yo solo sé que no sé nada”. Más como un modo de humildad hacia la certeza de que no somos capaces de comprenderlo todo y evitar caer en la necedad de ambicionar un conocimiento omnisciente a cualquier precio, sin medir las consecuencias.
Tomas de Aquino menciona los impedimentos por los cuales algunos hombres no pueden acceder a la verdad:
1.-Por que la disposición física no se los permite y están naturalmente impedidos en llegar al sumo grado del conocimiento.
2.- Aun los que llegaron al conocimiento de la verdad, no podrían hacerlo sino después de mucho tiempo debido a la profundidad de muchas causas y razones.
3.- Dentro de muchas verdades que se demuestran, no rara vez, se cuela una falsedad.
Pocos son los que están dispuestos a sufrir en la ardua disciplina de llegar a la verdad.
Aquellos que osan abandonar el sinsentido en el vivir y apuestan hacia obtener el claro destino de la naturaleza humana. Encuentran que el saber es un tesoro invaluable que nunca decrece y que alimenta al espíritu humano, enalteciendo aquel que lo aprende, llevando una forma de vida distinta de aquellos que plácidamente pastan en sensaciones hedonistas y en ambiciones personales ligeras.
Hacia la sabiduría el camino no es fácil, ni apacible sino mas bien trabajoso y accidentado. Es donde toda presunción y soberbia desbocada por el ego humano se estampa y desmorona por el rudo golpe de la realidad.
Por que en la intención humana se requiere del ejercicio espiritual y físico así como la madurez en el vivir y en el aprender.
Porque el hombre sabio es prudente, se forma en la quietud ya que en dicho estado solo se logra la contemplación de la realidad y en dicha meditación se da la búsqueda de aquello que conmueve al espíritu y da sentido al transitar por la existencia. Por que la verdad informa al cuerpo y surge en esto un abrazo entre lo espiritual y lo corpóreo entre el saber y proceder.
En la juventud comúnmente las personas no estamos en disposición de captar verdades elevadas, por que fluctuamos entre el movimiento de diversas pasiones.
En la instrucción en el saber humano se ejerce una búsqueda incansable de la verdad, cuyos frutos se dan en la serenidad de la madurez de los hombres y de las mujeres.
Sabio es aquel que sabe ordenarse en sus cuestiones y en las cosas y gobernarlas bien.
El sabio a diferencia del erudito se distingue porque el primero vislumbra la causa final de las cosas y ordena sus actos en comprensión de la finalidad de la naturaleza intelectual que es la verdad.