Del libro III del Eclesiástico en las sagradas escrituras nos viene esta edificante lección.
Escuchad, hijos míos, que soy vuestro padre, y obrad de modo que alcancéis salud.
Pues Dios honra al padre en los hijos y confirma en ellos el juicio de la madre.
El que honra al padre expía sus pecados.
Y como el que atesora es el que honra a su madre.
El que honra a su padre se regocijará en sus hijos y será escuchado en el día de su oración.
El que honra a su padre tendrá larga vida.
Y el que obedece al señor honra a su padre y sirve como a señores a los que le engendraron.
De obra y de palabra honra a tu padre,
Para que venga sobre ti su bendición;
Porque bendición de padre afianza la casa del hijo, y maldición de madre destruye desde sus cimientos.
No te gloríes con la deshonra de tu padre, que no es gloria tuya su deshonra;
Porque la gloria del hombre procede de la honra de su padre, y es infamia de los hijos la madre deshonrada.
Hijo acoge a tu padre en su ancianidad y no le des pesares en su vida.
Si llega a perder la razón muéstrate con él indulgente y no le afrentes porque estés tú en la plenitud de tu fuerza; que la piedad con el padre no será echada en olvido.
En el día de la tribulación, el señor se acordará de ti, y como se derrite el hielo en día templado, así se derretirán tus pecados.
Como a un blasfemo es quien abandona a su padre, y será maldito del señor quien irrita a su madre.
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