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domingo, 4 de enero de 2009

¿Diálogo o polémica?


¿Diálogo o polémica? ¡Ese es el dilema!
Por: Jesús Moisés del Cid Robles.
moisesdelcid@gmail.com

Por ser estudiante de filosofía he tenido, en diversas ocasiones, la experiencia de encontrar diversas cítricas, argumentos, posturas e ideas. Pero en la mayoría de los casos me he percatado de que hoy en día existe una fuerte tendencia hacia la opinión. Pero no de la opinión efectuada hacia la verdad y el sano diálogo, sino más bien el de una opinión vacía (o caprichosa, por no tener, quien la realiza, el ejercicio de estudiar y pensar hacia encontrar las causas ultima de los temas). Dicha opinión vacua tiende más a la violencia oral, que se conoce como polémica, que a la armonía intelectual de encontrar la certeza del argumento. Del cual se buscará: la claridad de la verdad.

Comúnmente la palabra diálogo se define como: la plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos. Es una discusión o trato en busca de avenencia. (1)

El diálogo es un arduo ejercicio pero además virtuoso, por que requiere de la docilidad y respeto de las partes en discusión. Las cuales van presentando juicios correctos y verdaderos (como diría Sócrates acordes al cauce del argumento de la verdad). Los cuales lleva a estas posturas ha confluir en la verdad, es de allí que debemos estar atentos a la definición griega del diálogo (diá: claridad, logos: idea) “la claridad de la idea”.

Es así que en la antigüedad los maestros, filósofos estudiantes y gentes de formación intelectual tenían el cuidado y prudencia que al abordar diversos temas intelectuales, lo deberían de hacer con personas acordes para la discusión e intercambio de ideas con el fin de la obtención de la verdad. De allí la frase celebre:

“el sabio no discute con el necio”.

Desgraciadamente hoy se considera a la intelectualidad: “como la violencia de la opinión (polémica) estructurada con sofismas o falacias”, es decir, con malas y falsas argumentaciones o ideas mal expresadas. Con las cuales se busca más enredar y ocultar la verdad para influir en la obtención de un beneficio ambicioso y particular.

La polémica es definida como: “el arte que enseña los ardides con que se debe ofender y defender cualquier plaza. (2)

Y es que en la discusión se pueden dar estas dos posturas, que van del diálogo cooperativo, cuyo objetivo es encontrar la solución “justa” o la mejor o la polémica erística, en la cual cada uno trata de imponer la propia razón prescindiendo del hecho de que pueda estar equivocado.

Por tanto, el dialogo y la polémica representan dos tipos de conductas en los intercambios discursivos, uno de naturaleza cooperativa, otro de naturaleza conflictiva.

Es pues que el medio más sano y adecuado en la interacción de las personas de verdadero saber, se da en el plano del diálogo respetuoso y armonioso. Siendo esta una discusión subordinada a la verdad, y en la cual dos o más personas buscan ante todo la clarificación y contemplación de la verdad.

El verdadero diálogo es la correcta y adecuada manifestación de ideas, con una estructuración de argumentos bien fundamentados en la razón y el amor a la verdad.

Cuidando del sabio consejo que reza:

“no se piensa por que se habla, sino se habla porque se piensa”. *

Es así que toda palabra debe de ir reflexionada y acertada al tema que se trata antes de ser enunciada. Si no tan solo el diálogo se degrada a un simple parloteo de absurdos.


Cuando encuentres un diálogo con adecuada expresión de las ideas; abre tus oídos, abre tu corazón y abre tu alma, para poder alcanzar el estado más noble del intelecto humano que es la búsqueda y contemplación de la verdad.

En conclusión, es en el diálogo donde debemos ser fuertes en el debate. Pero debemos ser más fuertes y sabios en los argumentos y en las ideas.

En un interesante texto en el que se expresa las reglas diálogo:

Primera, no te consideres infalible; no creas que tus ideas son intocables y tus argumentos incontrovertibles. Tienes todo el derecho a tratar de ser convincente, pero, si no lo logras, reconócelo. Mantente abierto a la duda y dispuesto a revisar tu posición de partida.

Segunda, busca un punto de partida común. La idea de que no se puede discutir si no se está de acuerdo, pero compartir al menos una premisa resulta fundamental distintas. Es decir encontrar la verdad.

Tercera, atente a lo que crees cierto. No afirmes como si fuera objetivamente verdadero lo que sabes que es falso o puramente subjetivo.

Cuarta, aporta las pruebas que se te piden. Si se te exige que demuestres algo, hazlo o prueba que es una pretensión absurda. Las pruebas serán de la calidad adecuada, y la cantidad, suficiente (puede bastar con una sola o puede ser necesario reunir más de una).

Quinta, no eludas las objeciones. En la disposición a responder a las contestaciones y a las críticas está la razón de ser de la discusión; por tanto, eludirlo la hace naufragar.

Sexta, no eludas la carga de la prueba. Si la patata quema ahora, no quemará menos cuando vuelva a tus manos.

Séptima, trata de ser pertinente. La irrelevancia de los argumentos es una de las causas más difundidas del vicio lógico.

Octava, esfuérzate en ser claro. La ambigüedad es un excelente recurso para los cómicos, no para el que discute.

Novena, no deformes las posiciones ajenas. Al referir los hechos o reformular las intervenciones del otro, aplica el principio de caridad, que impone, en sentido positivo, ser comprensivo, y en sentido negativo, no distorsionar. Atente a la mejor interpretación posible de la posición de tu interlocutor.
Décima, en condiciones de empate final, suspende el juicio, a no ser que comporte un daño mayor.

Undécima, en presencia de nuevos elementos, acepta la reapertura del debate y la revisión del caso. ***










1, 2: diccionario de la real academia española



*Victorino Rodríguez “la verdad liberadora”.


***LAS REGLAS DEL DIÁLOGO Y LOS MOVIMIENTOS DE LA POLÉMICA *
Adelino Cattani
Università di Padova
adelino.cattani@unipd.it

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