De humanos hermanos.
Moises del cid.
Mientras se discute lo correcto y
lo incorrecto el mundo se está yendo al carajo. Las palabras sobran y faltan
acciones. Seguimos siendo rudimentarios debatiendo en cuestiones primigenias. La
tecnología nos rebasa pero lo humano se queda estancado. Girando y girando en
las mismas especulaciones, sin dar un paso para reconocer los errores y
tropiezos que nos detienen en lo mismo.
Pensamos tocar las estrellas
mientras aun sangra las heridas del prójimo. Asfixiándonos con nuestro propio
veneno. El mundo permanecerá pero de nuestra civilización no quedará piedra
sobre piedra.
Engolosinados en consumir y no
tener saciedad, agotamos y nos agotamos, con apetito desbordado queriendo
llenar el saco roto que es la falta de identidad propia. Nuestra existencia
gira en una evasión consumista sin medida, hasta llegar a un punto de quiebre
del cual no hay retorno.
Muchos quieren cambiar la
humanidad sin tener el aprecio por conocerla, van extirpando ideológicamente lo
que les parece políticamente inconveniente. Y al final todo se va al trasto,
por el beneficio de unos cuantos se desecha lo esencial en lo humano y se
pervierte la finalidad de ser mejor por el objetivo de mantener el poder. Revoluciones
vienen revoluciones van y al final solo cambian los factores y el resultado
sigue inmutable.
La sociedad se asusta de lo que
provoca pero no está consciente de sus actos. Cómodamente nos dejamos llevar
por dulces promesas que nos dictan en formas sutiles y nos perdemos en pequeños
objetivos para rodear nuestra responsabilidad personal y dejamos de conducirnos
por nuestras propias convicciones y por
nuestras propias decisiones. Evitamos remediar nuestros vicios y nuestros
errores. Nuestro dedo acusador está presto a señalar el error en lo ajeno sin
reparar en las propias fallas.
Deseamos ser lo que no somos. Atacamos
nuestra naturaleza en afán perfeccionador sin identidad propia. Quitamos y
ponemos en nosotros sin compromiso ni responsabilidad. Somos pequeños
imprudentes que jugamos a ser mejores, al menos en apariencia. Todo nos lo dan
otros, hasta nuestra propia identidad. Vamos por la existencia como ciegos
dando de bastonazos a los demás por encontrarnos a nosotros. Al final nuestros
logros tienen buena apariencia pero sin sustento ni esencia.
Conócete a ti mismo reza el
proverbio y al final de cuentas es la finalidad de lo que somos, la respuesta que buscamos develar a
cabalidad. Saber ser quien soy. Encontrarnos a nosotros mismos y mejorarnos
perfectiblemente. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer es por definirnos
personal y socialmente. Al final de cuentas la humanidad evolucionará cuando se
despeje de los mismos tropiezos y rompa el círculo vicioso que gira en dominar
al prójimo y extirpar aquello que es distinto pero es propio de la naturaleza
humana. La fe sin caridad es letra
muerta. La arrogancia en la política propia no es democracia. La justicia sin
dar a cada cual lo que corresponde no es cabal. La ciencia sin prudencia nos
hace esclavos de la misma. El conocimiento sin tenacidad nos vuelve fanáticos. Y
nuestra vida sin decisiones nos vuelve estériles
“En cada niño nace la humanidad”
Joseph Conrad.